Especialmente en los meses más oscuros del año, como el Adviento, las velas encendidas ofrecen un ambiente especialmente acogedor gracias a su cálido y dorado resplandor. Según la composición de las velas de cera, al arder pueden liberarse diversos contaminantes. Los gases producidos, como el dióxido de nitrógeno y el polvo fino, pueden irritar las mucosas de los ojos y las vías respiratorias, y también agravar enfermedades pulmonares.